El universo de Narnia es el límite donde la fantasía y la realidad pueden coexistir en equilibrio. Un 50% de magia es lo mínimo para que la historia se ubique en el rango de lo creíble, por encima de esté punto entramos en la surrealidad.
Si bien la novela inicia en Inglaterra durante la segunda guerra mundial, la mayor parte de la historia se desarrolla en el país de Narnia, un mundo mágico donde los animales hablan y coexisten con civilizaciones humanas y criaturas mitológicas como centauros, faunos y minotauros. La atención se enfoca en la fantasía y el autor no considera necesario reforzar el contexto real ya que fue escrita para niños; por esta razón, la magia debe cimentarse sobre si misma lo que ocasiona que la obra se acerque más al cuento de hadas.
Por esto las crónicas de Narnia son lecturas ideales para relajarnos, dejar de buscar una explicación lógica y permitirnos volver a creer como un niño. Esto nos da mucha libertad al momento de crear fantasía, pero debemos tomar en cuenta que también podríamos limitar el rango de edad en el que nuestra obra será aceptada pues no podemos negar que el público adulto recibe con mayor facilidad la fantasía mientras mantenga una argumentación lógica.
Utilizamos esta modalidad cuando queremos construir universos flexibles capaces de fascinar a los lectores con su colorido y cuando queremos enviar mensajes que no necesiten un contexto rígido para ser comprendidos.
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